SD. El 27 de abril del 2007 salió publicada en la portada de la sección Revista de Diario Libre, esta entrevista que le hice al relevante poeta costarricense Alfonso Chase. Con más de 20 libros publicados en los géneros de novela, cuentos y poesía. Chase, nacido en 1944, sigue siendo una de las voces más importantes de Centro América. Hoy recupero en Memorias, esta conversación con un hombre que ha llenado sus poemas con mapas lúcidos de la palabra.
Alfonso Chase (Costa Rica, 1944 ó 45, sabrá él) es uno de los poetas centroamericanos de mayor relieve, desde los años 60 del pasado siglo. Polémico e irreverente, el autor de «Los reinos de mi mundo» (1965) que enseguida le valió la atención de lectores, poetas y especialistas, repitió la jugada en 1967 con «Árbol del tiempo» y siguió escribiendo hasta tener a su haber casi una treintena de títulos.
P: ¿Cómo ha evolucionado como poeta hasta esta parte?
R: El hermetismo mío de los 60, producto de lecturas de Yeats a Robert Lowell, lo cambié en los 70 por el coloquialismo, por deseo propio. Descubrí que mis lectores eran objetos de diálogo, no de monólogos, luego seguí cambiando en los 80, los 90 y los 2000.
P: Se encuentra Ud. en un puente entre lo íntimo y lo coloquial?
R: Se construyó algo que era un puente, pero salté de él hacia una poesía casi fotográfica porque evidentemente en los 90 entré a una etapa diferente: pintar. Hacer collage, y otros trabajos y eso repercutió en la palabra. El descubrimiento de las inteligencias múltiples, de la inteligencia emocional y cómo repercuten en los cambios de uno fue algo muy importante para mí.
P: A tenor con el Festival de Poesía al cual ha sido invitado, ¿cómo valora el paisaje actual de la poesía latinoamericana?
R: Los grandes maestros en realidad han fallecido. En el momento en que murió Octavio Paz determinó la desaparición de los grandes poetas; Humberto Díaz Casanueva, en Chile; Ricardo Molinari, en Argentina; la poesía de Orígenes, en Cuba; para dar un salto a algo que estaba en el vacío, que podía haber conllevado al ‘benedettismo’, en lo Mario Benedetti, convertirnos en pequeños Benedettis o Pablos Coelhos. Una literatura bastante facilona, sabiendo que Benedetti es bueno él, pero no sus seguidores que han inundado el mercado. Entonces gracias a que hemos mirado a las nuevas propuestas de Lezama, que parecen viejas, pero siempre son nuevas; poetas marginales como Ariel Cassani en Argentina, Pellicer en México; poetas que escribieron del pasado hacia el futuro y que volvemos a leer ahora. Y siempre Rimbaud, tan vigente como hace cien años y de pronto, entra uno a las estaciones de él otra vez.
P: ¿Cuáles han sido los poetas que le han marcado en su formación y su manera de decir?
R: Ahora he hecho como un colador, seguramente porque traspasé los sesenta. He caído en brazos de Rilke, Anna Ajmátova, Marina Tsvitáyeva, Boris Pasternak, Auden, Joseph Brodsky, poetas que no se leen mucho, pero son poetas del futuro. Y he caído en la relectura de la prosa de Isaac Babel y de la novela «El maestro y Margarita», de Mijail Bulgakov, así como «Los huevos fatales», de Andrei Platonov. Creo que se adelantaron en el tiempo, así como toda la generación beatnik, con Allan Gingsberg, luego Elizabeth Bishop, Robert Lowell, los poetas de Nueva Inglaterra…
P: ¿Hay voces nuevas en Costa Rica que merezcan su atención?
R: Siempre uno como poeta mayor en edad piensa que debe seguir vigente, pero de pronto encuentra que hay rupturas. Los muchachos que empezaron a escribir ahora y tienen 18 ó 20 años. Como persona mayor que los ve y sabe que la poesía es eterna, pienso que lo que rompen ellos ya lo rompieron otros. Lo único que es diferente son los temas.
Profeta entre los suyos
«Crecí entre la chusma
mas nunca pude aprender
sus hábitos grotescos:
mío fue el laúd, el clavicordio,
el endecasílabo y la aristocracia evidente de los huesos».
(fragmento de «A la manera de Goethe»)
No creo que los profetas necesiten de otra tierra
para mostrar la verdad de su palabra. El poeta
es un profeta entre las cosas vivas: las calles,
las pedradas, los escupitajos de los adversarios,
la ternura viva de los amigos. Somos profetas
viviendo entre las cosas nuestras. Descendemos
por el lomo de la patria, por el corazón de lo que amamos,
por la hiel de lo que odiamos. Yo siempre vivo
entre lo mío. Lo que escogí lo quiero
por propia decisión. Lo amo porque conozco
la exacta medida de su gloria y de su oprobio.
Digo mis palabras para que las entiendan, o las amen,
pero también para que caigan sobre la piel dormida
de los otros. Somos alguna vez la voz del pueblo.
Nuestra propia voz temblando por encarnar una sílaba,
un retazo de pensamiento ajeno, la energía que salta viva
de algún músculo. Los poetas son profetas de la piedra,
del barro, de la fruta viva entre los dientes, del humillo
que se alza de las calles después de una llovizna.
Yo vivo entre mi tierra ardiendo. Me plantaron bajo este cielo como un árbol. Mis hojas, mis tallos, la floración
de mis palabras y el fruto final de mis esfuerzos
son para todos: amigos y adversarios, minerales o vivos.
El profeta no necesita de otra tierra: la propia
lo salva del silencio oscuro de su casa.
(Alfonso Chase en «El libro de la patria»)
Hablo de lo que no se dice
Siempre fui el marimbero, el boxeador,
el titiritero, el mendigo.
Nunca supe la línea perfecta
entre la razón y la duda. Pecados cometí
en la soledad de mi sangre. Crímenes
contra la sombra, gritos sobre el aire.
Siempre fui el equilibrista
hasta que me di de culo contra el suelo.
No pude subir a tiempo al espectáculo.
Me cesaron. Desde entonces escribo con palabras
sucias, contaminadas de cantina, de sombras,
de madrugadas abandonadas en el quicio
de alguna iglesia solitaria. Siempre fui
eso que me tocaba ser : el equilibrista
temblando ante la cuerda, el domador
adentro de las fauces. Estuve en la escuela
y nunca aprendí nada, cuando no fuera
el color de las montañas, el nombre exacto
de esos ríos que no veré nunca. Se acabó la fiesta.
Y sigo golpeando a la piñata, los ojos vendados,
alentado sólo por el gozo de algunos amigos imprevistos.
(Alfonso Chase)
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).