Al piano, Juan Pérez Floristán
Juan Pérez Floristán es sevillano e hijo de músicos. Su mamá es pianista.

 

SD. El pianista español Juan Pérez Floristán, ganador del Primer Premio y Medalla de Oro y del Premio del Público Canon, en el 2015, del importantísimo Concurso de Piano de Santander Paloma O’Shea, será el encargado de cerrar la noche de mañana la Gala de ganadores, con el Concierto en Sol mayor para piano y orquesta de Maurice Ravel, bajo la batuta del Maestro José Antonio Molina. DL conversó con él telefónicamente.

—¿Cuántos españoles han ganado el concurso?

El de Santander lo hemos ganado solo dos: el otro fue Josep Colom en 1978.

—¿Cómo considera el movimiento pianístico en España?

Pues estupendo. Gracias a Dios considero que está en un movimiento buenísimo. El panorama musical español no sólo pianístico, sino oboístico, chelístico, y en los distintos instrumentos en general. Hay grandes y excelentes músicos que están formando parte de las mejores orquestas del mundo. Así en general, en todos los instrumentos, España está de oro.

—¿Qué obras interpretó para ganar el concurso?

Fueron muchas. En la final fue el segundo Concierto de Rajmáninov, pero también toqué la Fantasía del Caminante, de Schubert; la Segunda Sonata de Schumann, toqué una Sonata de Beethoven, una Sonata de Mozart, en fin… Era un programa muy largo y muy exigente.

—Y sobre todo de movimientos y épocas muy variados.

Claro, y toqué a Bartok también, toqué a Ravel, toqué a Falla.

—¡Fue dura la preparación!

Evidentemente, fueron muchos meses de preparación, de concentración sobre todo, ante un evento tan importante, para estar muy fino los días del concurso y estar a tope, como se dice.

—Un estudio científico que hicieron en los años 80 en Moscú, arrojó que la energía que gastaba un pianista para prepararse para un concierto era semejante a la de un campeón olímpico de levantamiento de pesas…

Bueno, yo te digo en cuanto a desgaste de energía mental, dedicarse a la música requiere de mucho y cuando uno lo hace termina agotadísimo.

—Un amigo pianista, para coger fuerza y digitación, llegaba a las oficinas y se ponía a escribir en maquinilla. ¿Ahora como lo hacen los pianistas?

Ahora no. Al menos yo nunca he hecho un trabajo físico, aparte del trabajo artístico. Siempre hago a la vez uno y otro. Me siento frente a la obra, frente al piano. Y para mí el proceso de entenderla, de sentirla y de conocerla, va a la par del mismo proceso muscular, digamos. Son muchos años de práctica, que hacen que tengas las obras tan interiorizadas, que puedo recuperarlas, una en una tarde. Es un proceso muy personal. Cada músico tiene que encontrar su manera.

—¿En esa preparación intelectual, hay tiempo para otro tipo de música?

Lo hay, y el que diga que no, no está buscando bien en su tiempo. Por supuesto yo toco algo de jazz, pero esto es para mí solamente. No me dedico profesionalmente al jazz para nada. Pero sí te digo que es un estilo musical que adoro tanto, que yo también hago por conocer su lenguaje. Pero en cuanto a escuchar, escucho muchísimo jazz, rock, música electrónica, en general la música latina me encanta: los hermanos Palmieri, Chucho Valdés, los más clásicos, tipo Richy Rey y Bobby Cruz; en fin, me encanta.

—Precisamente en la obra que va a interpretar hay pasajes inspirados en el jazz. Aunque también lo hay inspirado en Stravinsky.

Por supuesto, de clarísima inspiración jazzística y de Stravinsky, y otros de inspiración española directamente.

—¿La obra es complicada o disfrutable?

Es una obra complicada pero muy disfrutable. Una obra súper equilibrada, en el sentido de que la responsabilidad no es solo del pianista. La orquesta tiene mucho papel, y se agradece mucho. Es una obra perfecta en muchos sentidos.

—Hay obras de mucha complejidad y esfuerzo físico y psicológico, porque estar cuatro u ocho horas interpretando una de las obras de Sorabji es casi un castigo.

Evidentemente, uno tiene que tener amor o pasión por determinadas obras para que merezca el esfuerzo. Hay determinadas obras que son muy difíciles pero que uno hace el trabajo gustosamente.

—Por pura curiosidad, tras ganar un concurso tan importante como el Paloma O’Shea, ¿es capaz de buscar otros concursos o se dedica a hacer una carrera de pianista concertista?

Lo importante es hacer una carrera como concertista. Ese es el objetivo de los concursos. Los concursos no son un fin jamás. Son un medio para llegar a una vida artística y concertística plena, para darte a conocer y abrirte muchas puertas. A partir de los 30 ya no te puedes presentar a un concurso.

—¿Y usted, cuantos años tiene?

24.

—Usted es un pianista millenial.

Jajajaja, un pianista millenial. ¡Sí!

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